Esta villa domina los meandros del Riaza en su descenso hacia el Duero. Es muy probable que en el tiempo de los celtas ya estuviera habitada y algunos arqueólogos sitúan en Maderuelo, la ciudad perdida de Tucris.
A partir del siglo VIII, Maderuelo se convierte en zona de frontera. La villa sobretodo es de importancia medieval cuando formó parte de la primera línea defensiva de la margen izquierda del Duero. Fue repoblada por el conde castellano Fernán González a mediados del siglo X. Con las incursiones de Almanzor, todo intento de repoblación fue inútil hasta que el conde Sancho García llegó a Montejo, Maderuelo y Sepúlveda villas recuperadas en el 1010.
Maderuelo recibió repobladores mozárabes procedentes de Al-Andalus, cristianos del norte y de las serranías sorianas que convivieron junto a la población musulmana y judía.
Aparece citada documentalmente con el nombre de “castro Maderolum” por el obispo Don Rodrigo Jiménez de Rada al relacionar las fortalezas por el ya nombrado conde Sancho García. Desde la Edad Media se conservan las puertas y el trazado de las murallas y restos de mas de trece templos.
Cuenta la leyenda que tras una dura batalla el maestre templario cayó prisionero del rey de Alejandría. Este rey sarraceno decidió celebrar la victoria con una gran cena y como sentía un gran respeto y admiración hacia el caballero templario le invitó a compartir su mesa.
La cena se desarrollaba con alegría, momentos de euforia y risas entre los invitados sarracenos que contrastaban con la cara seria y triste del maestre templario.
El rey en un acto de inesperado y de bondad le ofreció al maestre que escogiera cualquier joya de las capturadas y que se exponían en la cena a modo de trofeo en medio de la sala. Le aseguró que se la podría quedar aunque no se convirtiera al Islam o aunque fuese liberado mediante pago de rescate, algo improbable ya que la regla de la Orden del Temple dejaba bien claro que nunca pagaría rescate por ningún templario. Era todo un acto conciliador y de amistad hacia el maestre, el cual enseguida se percató en un lignum crucis que brillaba con más intensidad que el resto de las joyas. El rey musulmán le entregó la preciosa reliquia al maestre pero a la vez el caudillo sarraceno quedó prendado ante la belleza de un cáliz que lo tomó entre sus manos y pidió a sus sirvientes que le llenaran la espléndida copa de un exquisito brebaje, pero el maestre intentó impedirlo primero alegando que aquella copa era sagrada para su religión cristiana y después en vistas que estas palabras aún despertaban más curiosidad, excitación y risas al caudillo musulmán que volvió a insistir que le llenaran la copa, el templario amenazó que quien se atreviera a profanarla sufriría terribles consecuencias. El templario en un gesto de buena voluntad ante lo benévolo que había sido el rey musulmán con él, le rogó que al menos cada vez que fuera a beber, le permitiera tocar la copa con la cruz para evitar su profanación y el castigo divino. Entre sorprendido y divertido el caudillo musulmán aceptó ese extraño ritual. Pero sucedió que cada vez que el rey iba a beber y el templario tocaba con la cruz el cáliz, el brebaje se convertía en vino, ante la cólera del rey ya que la Ley Islámica lo prohibía. Al séptimo intento, el rey ciego de ira, sólo pensaba en vengar esa ofensa hacia su religión y sus creencias.
Y lo que había empezado como un juego o una burla se había convertido en toda una amenaza hacia su persona. Decretó hacer fundir la cruz y verter el oro en el cáliz para que después se le fuese dado a beber al templario ordenando que se hiciera de inmediato y sin demora a ver si así era capaz de convertir el oro fundido en vino.
Algo más mágico tenía que suceder aún y fue voluntad de Dios que ninguna de esas reliquias jamás fueran profanadas, ya que cuando los tres soldados del rey musulmán cogieron en sus manos los objetos sagrados y sujetaron al templario para esposarle, el templario, los objetos sagrados y los tres musulmanes desaparecieron ante la atónita mirada de los allí presentes.
El caballero templario portando la sagrada cruz en una mano y en la otra el cáliz y los tres musulmanes aparecieron a los pies de Nuestra Señora del Temple en Maderuelo, ante la incrédula mirada de un buen número de templarios que allí se habían reunido para la oración. Y cuenta la leyenda que los tres musulmanes se quedaron al servicio del maestre templario y que por aquel suceso la iglesia cambió de nombre y a partir de entonces se llamó de la Vera Cruz.
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