LOS ORÍGENES DE UNA CIVILIZACIÓN INICIADORA
La ojeada histórica que sigue a continuación puede parecer un rodeo. En realidad, entramos en el meollo del tema. Hay que remontarse a las fuentes, es decir, a la civilización y a la religión céltica que practicaban los antiguos galos. Nosotros creemos un poco apresuradamente que hemos sido civilizados por los romanos. Ahora bien, aunque conocemos mal a los galos porque no utilizaban escritura (en todo caso una escritura que nosotros pudiéramos descifrar), se admite hoy que su civilización estaba lejos de ser despreciable, aun cuando se apoyara en bases y concepciones totalmente diferentes del modelo romano.
En la actualidad, un número cada vez mayor de escritores y de historiadores rehabilitan a la Edad Medía. Y rehabilitan también a los celtas. Ello no es por casualidad.
Por lo demás, los romanos no tenían para con sus adversarios galos el desprecio que nosotros les hemos profesado durante tanto tiempo. En De Bello Gallico, Cesar manifiesta un respeto real hacia aquellos con los que lucha.- Es consciente de que se halla frente a una civilización distinta de la suya, pero no parece considerarla tan inferior o tan bárbara en el sentido que damos a esa palabra. En el terreno militar, los galos soti descritos como guerreros dotados de una autentica organización para el combate, capaces de poner en practica una verdadera estrategia militar: no son unas hordas rugientes y desordenadas lo que la magnifica maquina militar romana debe afrontar y, en una sucesión reciproca de argucias y tácticas astutas, el resultado de los combates es incierto durante mucho tiempo.
¿Y que decir de la rapidez en el desplazamiento? Reflexionando bien, vemos que Cesar atraviesa con celeridad nuestro país, que esta cubierto de bosques, y lo hace acompañado de sus tropas y de su voluminosa intendencia, ¿Existía ya, antes de las vías romanas, una importante red de comunicaciones constituida por caminos rápidos y eficaces?
Por su parte, Cicerón, el gran pensador y filósofo, intercambiara con algunos druidas una correspondencia que demuestra una cierta elevación de pensamiento. Y muy pronto, los romanos, si bien toleraron a los druidas como hombres de ciencia, prohibieron sus prácticas religiosas iniciaticas, sus rituales y sus grandes asambleas, lo cual tiende a probar que tenían algún motivo para desconfiar de sus poderes. ¿Querían de este modo, simplemente, impedir que, bajo la capa de unas prácticas ocultas, se mantuvieran y desarrollaran unas "bolsas de resistencia"? Tal vez. No hay nada seguro.
Los druidas son todavía mal conocidos. Su origen es quizás anterior al de los celtas, pero parece que, en el momento de la llegada de los romanos, practicaban la religión céltica y eran los "sumos sacerdotes" de dicha religión.
En todo caso, son en esa época personajes sumamente importantes, más importantes aun que los jefes militares y políticos. Forman asambleas locales, nacionales e incluso internacionales. A su frente, un colegio de "doce sabios". Se celebran concilios, por ejemplo uno en el Puyde-Dome. Estos encuentros tienen en principio un carácter religioso, pero se trata también de un examen general de la situación política. Los druidas desempeñan así un papel de arbitro y pacificadores en los conflictos que enfrentan entre si a los diferentes jefes galos. Así mismo, parece ser que impartían la justicia, enseñaban, administraban y eran los únicos poseedores de la ciencia en aquel tiempo. Por lo demás, no se llegaba con facilidad al grado de druida. Los jóvenes que aspiraban a ello debían practicar largos estudios y pasar victoriosamente toda suerte de pruebas. Solo los mejores conseguían alcanzar finalmente esa dignidad. Aquí vemos claramente una iniciación.
¿En que consistía la religión que enseñaban? Con frecuencia se cree que la religión céltica se limitaba a la adoración de pequeñas divinidades e ídolos locales, Así como a una especie de animismo fetichista en torno a ciertas plantas, árboles, fuentes y piedras. Entre los creyentes de todas las religiones, hay siempre una mayoría de gentes simples, cuyo fervor popular es, por lo demás, estimable, gentes que no pueden acercarse a lo sagrado si no es por intermedio de estatuillas, de santos y fetiches, de representaciones ingenuas y próximas a las preocupaciones de su vida cotidiana. Pero hay también una minoría intelectual y moral para la cual el acercamiento a la divinidad se sitúa en otro nivel. Sabemos hoy que los druidas iniciados creían en un Dios único, en la Trinidad, en la resurrección y en la inmortalidad del alma. Asociaban la idea de una Tierra nutricia con la de una "diosa" a la vez madre y virgen que debía dar a luz a un Dios encarnado. Aportada al principio por los romanos, la religión cristiana no tuvo ninguna dificultad en instalarse en la Galia. En muchos aspectos, los galos vieron en ello la prolongación y la confirmación de la enseñanza de la religión céltica, del mismo modo que los Evangelios son el resultado de la vieja civilización bíblica.
En cuanto a la sacralización de la naturaleza, hay que considerarla, no solo bajo su aspecto religioso, sino, sobre todo, en su aspecto científico. Los druidas iniciados habían sin duda descubierto y utilizado con gran maestría algunas de las misteriosas reglas que gobiernan el conjunto de la materia.
Habían descubierto las leyes profundas que constituyen el alma misma de las piedras, de los árboles, de las corrientes de agua superficiales o subterráneas
y de las ondas telúricas. La localización de sus piedras sagradas nos lo demuestra. El hecho de que este saber no sea ya conocido por nosotros, no significa que ellos no hubieran practicado una ciencia que permitiría al hombre comunicarse con la naturaleza, y ello para mayor provecho suyo.
Cristianismo y religión céltica, Así pues, parecen en realidad fusionarse armoniosamente en los primeros siglos, integrando a la vez elementos de la religión romana, y ello de una forma que nada tiene de incoherente. Se asimila aquello que entre los romanos no es más que otra denominación, otra forma de realidades sagradas consideradas muy importantes por los galos.
Todo es destruido en el siglo Iv, con las invasiones germánicas que se desencadenan sobre el mundo romano en decadencia. El mundo occidental es sumergido bruscamente en el caos y en la noche más densa del espíritu.
La alta Edad Medía, hasta poco antes del año mil, es realmente una época bárbara. Los jefes políticos y militares son incultos y sanguinarios. Los edificios que mandan construir son groseros y rudimentarios. Cuando se convierten al cristianismo, es por medio de las armas como imponen su nueva religión, de la cual tienen una idea simplista, primitiva y utilitaria. Tales fueron en Francia los merovingios. Los otros no valían mucho mas considerados en conjunto.
Carlomagno y sus ministros intentaron, además de una gran unificación territorial, una obra civilizada general, pero el imperio habría de ser desmantelado y se produciría un nuevo retroceso. Durante todos esos siglos, las poblaciones son miserables y están adscritas a sus tierras, la cultura prácticamente no existe y la guerra es permanente.
Sin embargo, en medio de semejante desastre, algunos hombres consiguieron, al principio marginalmente, salvar una tradición y, si no restablecer, por lo menos preparar una nueva civilización.
En el siglo v san Benito crea su orden. Se trata de un hombre notable cuya santidad edifica a sus contemporáneos, y muchos son los que lo abandonan todo para seguirle y recibir su enseñanza. La Regla, llena de equilibrio y mesura, que el les da, sigue siendo en lo esencial aplicada en nuestros días. San Benito no solo tiene estrechos contactos con rabinos judíos, sino que abre su orden a todos aquellos sin excepción que buscan a Dios. Incluso si se trata de excomulgados, lo cual resulta verdaderamente extraordinario para aquella época.
Bajo semejante impulso, las abadías benedictinas se multiplicaron en toda Europa: un millar de ellas en pocos siglos. Más allá del islote sagrado que es la abadía, los monjes no pueden brillar pues la noche es aun demasiado profunda, pero ellos saben que trabajan para el futuro.
La abadía benedictina se convierte en el abra de aquellos que piensan, que quieren aprender y transformar el mundo en el que viven. Los benedictinos- son a la vez trabajadores manuales y monjes sabios. Desbrozan, siembran, construyen y, junto con sus camaradas conversos, preparan poco a poco la aristocracia del trabajo de que hemos hablado. En medio de las ruinas, recogen y preservan todos los documentos Y manuscritos antiguos que escaparon a la destrucción.
Así, en las grandes bibliotecas que se constituyen, ellos estudian pacientemente y empiezan a comprender ya los escritos bíblicos, los filósofos griegos, los autores latinos, los documentos iniciaticas orientales. Lentamente pero con seguridad, los benedictinos ocupan su lugar frente al tablero de ajedrez de ese tiempo.
Posteriormente, desembarcan en el continente los misioneros irlandeses que, desde los alrededores del siglo vi, en torno a san Columbano, crearan diferentes monasterios y desempeñaran un papel no despreciable. Irlanda no ha conocido la dominación romana, ni, sobre todo, la dominación germánica. Son celtas en estado puro. Los celtas arribaron sin duda a la isla en el siglo iv a. de J.C. mucho después de haber s metido el continente. La civilización desarrollada allí fue indudablemente menos rica, mas marginal que la que conocieron los galos. Por contra, tras haber integrado armoniosamente ellos también al cristianismo, los irlandeses nos traen una tradición druídica no corrompida.
Por eso captamos la ventaja que estos tienen. "Irlanda, llegada tardíamente al cristianismo, recupera su retraso y se convertirá, desde el siglo v al vii, en el verdadero foco occidental de la cristiandad (1)."
Los benedictinos son, por su cultura y su apertura de espíritu, los únicos capaces de sacar provecho de esta enseñanza, en muchos aspectos científica, destruida entre nosotros. No desdeñaran la ocasión, y durante toda la Edad Medía los contactos serán particularmente amistosos entre las abadías benedictinas y los monjes irlandeses. Ya desde finales del siglo vi, san Columbano anudara lazos muy estrechos con el Papa benedictino san Gregorio Magno: Provechosos también, puesto que en ese momento es cuando son creados y difundidos el ritual y la música gregorianos, elaboración armónica y matemática que produce en los fieles una acción mágica y que encuentra su fuente en Pitágoras y los sabios griegos, pero también, y sobre todo, en la enseñanza de los druidas, parcialmente descubierta en esa época.
En el siglo ix, san Benito de Aniano reforma la orden benedictina, y se lleva a cabo la fusión completa con los monjes de san Columbano. Este movimiento permitirá la creación de Cluny y el prodigioso desarrollo de esta asombrosa orden monástica.
La aportación céltica es importante para la comprensión de la civilización medieval. Sin embargo, no producirá todos sus frutos hasta que la elite de los benedictinos y de algunas otras ordenes religiosas haya descubierto, comprendido y asimilado la civilización próximo-oriental. Los árabes que invaden Europa son detenidos bruscamente y derrotados por Charles Martel en el 732 en Poitiers, pero, a pesar de todo, ocupan esporádicamente la Provenza, y se instalan sólidamente en todo el sur de España. Los guerreros son los guerreros. Los filósofos, los poetas, los sabios nunca se encuentran en primera línea. Verdad es que, en el transcurso de los combates encarnizados que libraron contra las tropas francas, los militares sarracenos no escatimaron carnicerías, pillajes y destrucciones, aunque debamos tener en cuenta la exageración habitual de los comunicados de guerra).
Sin embargo, no nos equivoquemos al respecto. Los hombres civilizados de la época no son los francos, sino realmente los sarracenos. A partir del momento en que ocupan de una manera estable los territorios conquistados en España, los ejércitos son arrumbados. Puede desarrollarse entonces una obra colonizadora. La civilización se instala. ¿Que civilización?
Lo que con los árabes penetra en Europa es todo el arte, toda la ciencia y toda la filosofía de Oriente. El Próximo Oriente medieval esta en ese momento conociendo la plenitud de la astrología, las matemáticas, la alquimia y la medicina (2). También se produce la aparición de un florecimiento de poetas y de narradores refinados, Florecen la música, la técnica y el arte del grabado y la arquitectura. Se trata, en definitiva, de un arte de vivir aristocrático cuyas reglas sutiles, corteses y de una autentica moral servirán de modelo a aquellos que en nuestro mundo se dedicaran a escribir los primeros códigos de la caballería. Las civilizaciones próximo-orientales están en ese momento en su cumbre.
Las grandes religiones y todas las civilizaciones se rozan, y, al menos al nivel de una minoría, se interpenetran armoniosamente. Decenas de miles de manuscritos antiguos están aun a disposición de los investigadores en las grandes bibliotecas. El judaísmo, por medio de sus rabinos sabios de Alejandría, la más famosa de todas, engendrara la Kabala, malabarismo filosófico, algebraico y matemático, que traducirá nuevamente las Escrituras Santas a su manera, considerándolas como un lenguaje universal cifrado y codificado. El Islam resplandece, y luego se matiza y diversifica en comunidades de intelectuales y ascetas, algunas de las cuales, como la de los Asesinos, se dedicaran a trabajos ocultistas. A partir de Bizancio, la fe cristiana conserva un gran esplendor ¡hasta la destrucción de la Ciudad Santa por cruzados cristianos de Occidente!). Muchas de las comunidades cristianas se adhieren a la gnosis, doctrina iniciática según la cual Dios solo es alcanzado a través de un esfuerzo cognoscitivo de todo el ser, una concepción considerada herética y condenada por los primeros concilios.
A pesar de tratarse de unos crisoles filosóficos y religiosos diferentes, siempre es la antigua iniciación egipcia lo que se perpetúa así en un Oriente refinado, cultivado e ilustrado donde un cierto escepticismo y una cierta molicie en las costumbres permiten ya adivinar la decadencia próxima.
La vieja civilización faraónica, destituida desde hacia mucho tiempo, seguía fascinando, y todos consideraban a Egipto como la madre de todas las religiones y de todas las búsquedas de lo sagrado.
El faraón, iniciado supremo, es representado con e} tercer ojo, el ojo de la clarividencia, o también emergiendo de la mitad de la frente, con la cabeza mágica de la serpiente, iconografía esoterista corriente que simboliza la fuerza vital que, a través de la medula espinal, comunica al cerebro el ultimo conocimiento. Los grandes secretos eran cuidadosamente conservados por colegios iniciadores y solo los más altos dignatarios tenían acceso al Naos, al sancta
sanctorum situado en el centro del templo egipcio. Así es como, mas tarde, será conservada el Arca de la Alianza en el templo de Salomón.
De todas las tradiciones iniciaticas del antiguo Egipto, la más importante parece haber sido la que estaba vinculada con el culto a Isis. La más secreta, también, ya que aquel que revelaba aunque no fuera más que una simple palabra del ritual iniciático, era acto seguido condenado a muerte. Isis, diosa de la Naturaleza, unas veces virgen, otra madre, que se hará fecundar de modo sobrenatural para engendrar un Dios-Hijo. La mente establece de inmediato la semejanza con la Virgen María de los Evangelios, pero también con la Diosa- Tierra que debe dar a luz un Dios en la religión céltica...
Moisés, "encontrado" en Egipto, educado según los ritos de la Corte de Faraón, huye con el pueblo de Israel, perseguido, según nos dice la Biblia, por los ejércitos de Faraón, como si se llevara consigo algo sumamente importante, e incluso vital. En todo caso, a partir de ese momento, no solo el pueblo hebreo recibe el "mana", sino también las Tablas de la Ley, que serán encerradas en el Arca de la Alianza y que dan a ese pueblo no solo Tierra Prometida, sino también Civilización.
Los griegos y los latinos, en su mitología, bebieron en la misma fuente, el Thot de los egipcios, que se convierte en Hermes, Osiris o Dionisos, e Isis, unas veces Demeter, y otras, Cibeles o Ceres.
Es también en Egipto donde el ilustre filosofo y matemático Pitágoras adquiere todos los conocimientos que difundirá poco después en el seno de sociedades secretas. Ahora bien, Pitágoras, aun hoy, es considerado como el padre de las matemáticas.
Y es la misma influencia que, mas tarde, por intermedio de las grandes bibliotecas y "universidades egipcias, marcara profundamente las principales investigaciones esotéricas orientales, sean estas kabalistas, chiítas, gnósticas u otras.
La iniciación egipcia, con su prodigioso potencial científico y civilizador, no cesa, pues, de transmitirse, ora alterada, ora perfeccionada, entre todos aquellos que piensan y desempeñan un papel en el Próximo Oriente medieval.
Es ella, por tanto, la que penetra también, en el siglo VIII, en las Galias con los sarracenos, y la que comenzara a implantarse en los siglos IX y X en la España conquistada. Exceptuando algunas limitadas influencias en Provenza, el mundo cristiano occidental resulta prácticamente impermeable, al principio, a esa prestigiosa vecindad. Merovingios y carolingios son gentes iletradas, a pesar de los esfuerzos civilizadores de Carlomagno y de sus monjes ministros (3). La proximidad de los sarracenos es una buena ocasión para guerrear y dedicarse al pillaje, no para aprender música o el arte del grabado.
Tan solo los benedictinos y algunos otros están preparados para recibir este mensaje. Han salvado ya de la destrucción una parte de los documentos dejados por los romanos; han vuelto a encontrar algo de la tradición céltica y druídica, gracias especialmente a sus intercambios con los misioneros franceses. Por supuesto, se dedicaran con todo su empeño a establecer los contactos más estrechos y fructíferos con las minorías orientales que se hallan ahora ante su puerta.
Oficialmente, sarracenos y francos están en guerra, y no hay más que odio sanguinario entre ambas partes. No obstante, al mismo tiempo, de manera discreta pero eficaz, se establecen relaciones entre las abadías benedictinas y los intelectuales árabes, Así como, por otra parte, con los rabinos judíos, cabalistas o no, que, en los territorios ocupados por los árabes, viven en buena inteligencia con ellos.
Mientras en las plazas publicas los benedictinos predican a los señores la guerra santa de reconquista, los mejores de ellos se dedican en España a trabajos muy distintos.
Cientos hechos extraños, ocurridos en los alrededores del año mil, nos lo pondrán de relieve y conviene que dediquemos nuestra atención a algunos de ellos, pues son muy importantes para la comprensión de nuestras Vírgenes Negras.
En primer lugar, la peregrinación a Compostela, en Galicia, peregrinación cuya historia nos es muy conocida. Visto desde el exterior, se trata de un fenómeno de fervor popular de rara belleza, que marco profundamente la civilización de la Edad Medía y que, en sus comienzos, en los siglos x y xi, contribuyo a trastornar, mas que cualquier otro acontecimiento, las condiciones religiosas, económicas, sociales, culturales y arquitectónicas de esa época.
En torno al cuerpo de Santiago el Mayor, hijo de María Salome (una de las tres Marías del Mar) y hermano del evangelista Juan (el santo patrono elegido por los Templarios), hallado milagrosamente en Galicia en el año 843, se organiza la peregrinación y, en la segunda mitad del siglo XI, se construye, para acoger la afluencia constantemente creciente de fieles, la inmensa catedral que aun hoy puede contemplarse.
La guerra entre el Islam y el mundo cristiano hacia imposible entonces la peregrinación a Jerusalén. En cuanto a la de Roma, si bien era practicada, ofrecía muchas dificultades, y realmente no atrajo a las grandes multitudes hasta mucho mas tarde. En estas condiciones, para la mayoría de pueblos europeos, el cuerpo de Santiago se convierte entonces en la única reliquia accesible de uno de los apóstoles de Cristo.
La gente llega a Compostela procedente de todas partes, de Francia, Bélgica, y también de Alemania, de Hungría e incluso de Suecia. Desde el siglo x al XV, no cabe la menor duda de que centenares de miles, y hasta millones de peregrinos de todas las condiciones, hombres, mujeres, niños, ricos o pobres, hicieron la ruta de Compostela, unos a pie, otros, los mas privilegiados, a caballo.
Tras varios meses de viaje, tocados con el sombrero bien conocido y armados del bastón de peregrino, todos esos seres unidos por la calida y ruda camaradería que siempre ha reinado entre los grandes andarines, llegaban al termino de todos su sufrimientos cuando la vista de Santiago, objeto de tantos sueños, se ofrecía a sus ojos desde lo alto de una colina, y, olvidadas todas las fatigas, corrían cuesta abajo hacia el fascinante santuario.
Ni uno solo se olvidaba de adquirir allí la famosa concha de Santiago y, provisto de aquel trofeo tan ansiado, digno ya de llevar el nombre de "coquillard" (mendigo), reemprendía la larga ruta de regreso, aguijoneado esta vez por la nostalgia y la impaciencia de volver a reunirse con la esposa, con los hijos, de volver a encontrarse en su pueblo.
No sabemos lo que en este caso es mas admirable, la fe popular tan arraigada que verdaderamente era capaz de mover montañas, o el valor y la tenacidad de los hombres de esa época.
Para explicar semejante trashumancia es preciso tener en cuenta un resto de nomadismo existente entre esas gentes próximas aun a las hordas germánicas de sus antepasados. Así mismo, una clara mejoría de las condiciones económicas y sociales proporcionan a los individuos el gusto y los medios (relativos) de respirar otros aires que los de su pueblo y de partir a la aventura.
Por ultimo, y sobre todo, una propaganda sabiamente orquestada, en especial por los benedictinos, rodeara la peregrinación de toda suerte de favores y de bendiciones. Son exactamente las mismas causas que, dos siglos mas tarde, aseguraran el éxito de las cruzadas.
De nuevo, es el comportamiento de la orden benedictina lo que conviene observar en todo este asunto...
A comienzos del siglo x, alcanzaron el apogeo de su poder, y este apogeo es Cluny. A partir de su instalación en Borgoña, la orden conocerá una difusión y ejercerá sobre Occidente una influencia considerable que solo serán igualadas mas tarde por los cistercienses. El prestigio de los cluniacenses es entonces inmenso. La mayor parte de los Papas que suben al trono de Pedro son benedictinos. Cuando Cluny habla, bien sea en el terreno religioso o incluso en el político, todo el mundo inclina la cabeza con respeto.
Mil trescientos monasterios van a alinearse, en pocos años, bajo la egida de la nueva regla, admirablemente respetada en el interior por los monjes gracias a la autoridad de algunos abades de inigualada grandeza como san Odon, san Odilon o Pedro el Venerable.
Para el historiador no ofrece la menor duda que fueron ellos quienes, en toda Europa, lanzaron la idea de esa piadosa movilización de las multitudes y organizaron en ese sentido una propaganda sumamente eficaz a todos los niveles.
Pero, más aun que simples celadores, los benedictinos serán, sobre todo, sus principales organizadores.
Como es sabido, se estableció muy rápidamente una asombrosa infraestructura protectora y " hotelera" en los principales caminos recorridos en toda Europa por los peregrinos que iban a Compostela. Nacieron incluso guías precisas y detalladas, como aquella contenida en el Codex Caliztznus, que mencionaba las dificultades del recorrido y aconsejaba acerca de las etapas a seguir. Así, los peregrinos a pie efectuaban cada día marchas del orden de los treinta a cuarenta kilómetros. Al término de cada etapa, encontraban alguna institución religiosa donde la comida y el descanso eran ofrecidos gratuitamente, con la única condición de que el peregrino no se detuviera allí más de veinticuatro horas.
Fuera de España, muy especialmente en Francia, son los benedictinos quienes, desde el comienzo, establecieron y controlaron la parte esencial de esa gigantesca red de hospederías y albergues que permitían a la mayor parte de la gente efectuar el viaje en condiciones normales de seguridad y relativo confort.
Por añadidura, las principales rutas pasaban por las grandes abadías benedictinas y recíprocamente las nuevas abadías eran edificadas en los caminos de la gran peregrinación.
Si bien hubo en Francia, a partir de los grandes puntos de reunión que fueron Saint-Denis, Vezelay, Le Puy y Arles, cuatro rutas principales y especialmente frecuentadas, Elie Lambert (4) ha demostrado de una manera clarísima que los caminos franceses seguidos para llegar a Compostela eran mucho mas numerosos de lo que generalmente se cree. Ahora bien, aunque los benedictinos controlan claramente desde el comienzo esta extensa y diversificada red europea, no están, sin embargo, por aquel entonces, muy introducidos en España,
Una vez cruzados los Pirineos, la ruta española no experimentaba grandes variaciones, y todo el mundo, viniera de donde viniese, seguía prácticamente el mismo camino.
¿Quien guardaba las rutas españolas? Unas pequeñas órdenes hospitalarias, algunos ermitaños "pontífices" y, sobre todo, unos importantes monasterios llamados mozárabes. Se conoce mal a estos monjes a quienes se considera de origen visigodo, pero lo que es seguro es que ellos, tras el paso de los árabes, estaban muy influidos por su cultura, tanto que deben su denominación a la arquitectura típicamente oriental de sus conventos. Por lo demás, los " coquillards" calificaban de "tesoros sarracenos" a las obras de orfebrería que los monjes realizaban en ellos, así como a los trabajos de grabado artístico con que adornaban los preciosos manuscritos que copiaban.
A primera vista, por tanto, los benedictinos no tenían ninguna necesidad de extender su influencia a España y hacerse cargo por si mismos de la pesada carga de las etapas españolas.
Este trabajo era ejecutado perfectamente por otros. Y, sin embargo, ¿que ocurre? A pesar de esta evidencia, los cluniacenses, durante el siglo XI, desplegaron los esfuerzos necesarios para someter a su obediencia a esos monasterios mozárabes, y ello a través de diversas intrigas políticas, utilizando entre otras cosas la amistad personal del rey Alfonso VI que se había casado en segundas nupcias con Constanza de Borgoña, la propia sobrina de Hugo de Semur, el abad de Cluny.
En primer lugar rey de León en 1065, heredo, a la muerte de su hermano, acaecida en 1072, el reino de Castilla, y luego, en el 1073, conquisto Galicia. Este soberano, que controla una parte importante de la España reconquistada, multiplica en la ruta de Santiago las mayores liberalidades a los cluniacenses, quienes fundan allí abadías y prioratos y, gracias a su influencia, la mayor parte de monasterios españoles, especialmente mozárabes, son adquiridos a la orden benedictina.
Veamos el Libro de los Milagros, de Pedro el Venerable:
Todo el mundo, o casi todo el mundo, lo saben, en España y en la Galia. Ese rey (Alfonso VI) fue un gran amigo y un bienhechor de la Iglesia de Cluny. Con sus propios bienes, construyo dos abadías en España, autorizo a otros fundadores a construirlas y contribuyo a su erección. Estableció allí monjes cluniacenses, multiplicando las liberalidades y procurando que ellos pudieran servir a Dios según su regla. Restauro el fervor del monacato, casi muerto en España, asegurándose a través de semejante celo el reino eterno después del de la tierra.
Así pues, gracias a Alfonso VI, los benedictinos se instalaron bastante sólidamente en España para desempeñar allí un papel decisivo en la ruta de Compostela. Las fechas nos ilustran. En el año 1073, Alfonso VI conquista Galicia, y ya en 1078, la primera piedra de la admirable catedral de Compostela es colocada por el abad san Hugo en persona. Edificada en cuarenta y cuatro años, será enteramente obra de benedictinos franceses. Por lo demás, los nombres de los principales maestros de obras, Robert, Mathieu o Bernard el Viejo, nos ilustran sobre su origen... ¿Alcanzaron los gremios de artesanos, formados desde hacia algún tiempo en las abadías benedictinas, a partir de entonces una maestría que los hacia insustituibles en toda Europa para la construcción de los grandes edificios? Por otra parte, se ha escrito, con justo titulo, que la catedral de Santiago de Compostela es un magnifico monumento francés fuera de Francia.
¿Por que?¿Por que semejante despliegue de medios para hacer desplazar a las masas hasta la tumba del Apóstol? ¿Por que esta infraestructura de caminos y la carga considerable que representaba para la Orden la construcción de hospederías y el mantenimiento de los peregrinos durante la ruta? ¿Por que esas intrigas españolas con vistas a asegurar el control monacal de la ruta compostelana y lograr allí un poder tal que son los benedictinos quienes edifican por si solos la inmensa catedral y sus abades obtienen fácilmente del Papa la designación constante de obispos de su elección?
Se dirá que, al ser la peregrinación de Santiago la más grande de su tiempo, era normal que la principal orden religiosa y la luz de la cristiandad de entonces quisieran desempeñar allí un papel preponderante. Se dirá también que esta toma de control por parte de los cluniacenses de la ruta de Compostela corresponde a un deseo de grandeza y una aspiración de poder de algunos abades de notable envergadura para quienes el servicio a Dios iba a veces acompañado de preocupaciones mas "políticas". En el siglo XII, podrá verse a los benedictinos y cistercienses, en definitiva ordenes hermanas, maniobrar incesantemente para hacerse con el control de ciertas abadías. Todas estas razones son verdaderas. Pero no lo explican todo.
De hecho, el carácter oficial y consagrado de la peregrinación ocultaba algo más de una fe popular muy viva y un entusiasmo religioso, y ese algo mas es lo que los cluniacenses fueron a buscar a Compostela y en los monasterios mozabares.
La ruta española atraviesa un territorio que, muy recientemente, estaba todavía ocupado por los árabes. Bajo el pretexto de peregrinación, como mas tarde los cistercienses y los templarios con- el pretexto de las Cruzadas, los benedictinos, o cuando menos sus grandes abades iniciados, van en busca de la civilización oriental allí donde entonces se muestra accesible. La historia de los benedictinos se presenta durante cinco siglos como un esfuerzo organizado y continuo para reunir todos los medios necesarios con vistas a la reconstrucción de una gran civilización. Sin embargo, sus bibliotecas son todavía muy insuficientes y sus conocimientos, limitados. Han vuelto a descubrir algunos secretos y algunas técnicas de los antiguos druidas, pero ello a través de los irlandeses y sin disponer, a pesar de todo, de escritos. Los árabes por su parte, en sus universidades españolas aportan una considerable cantidad de manuscritos hebreos, musulmanes, agnósticos, kabalisticos, griegos y alejandrinos, millares de tratados preciosos relativos a todos los campos del conocimiento. Por vez primera, pudieron consultarse documentos en número suficiente. Ciertas hipótesis formuladas por los investigadores de las abadías benedictinas fueron finalmente verificadas, confirmadas y completadas.
Una parte no despreciable de tales manuscritos se encontraba en los monasterios mozárabes, y sus trabajos tienden a demostrar que dichos monjes habían Asimilado la cultura aportada por los sarracenos y que estaban quizá ya muy avanzados en la vía de la compresión de la iniciación oriental. ¿Acaso la Voluntad obstinada que les hace someterse a la obediencia de Cluny, gracias a la amistad activa de Alfonso VI y sus sucesores, no era también, y sobre todo, la de tener acceso a sus bibliotecas y sus reservas de archivos?
Yendo a buscar eso en la ruta española de Compostela, los benedictinos mataban quizá dos pájaros de un tiro, puesto que así reemprendían también un camino sagrado recorrido ya misteriosamente mucho antes del cristianismo por los druidas galos y por otras religiones iniciaticas sin duda aun mas antiguas (5).
¿Se trataba en principio de una voluntad consciente? ¿Es esta la causa del desarrollo de la peregrinación, o no es más que su consecuencia? Sea lo que sea, el peregrinaje benedictino en Galia tenia claramente un doble sentido: peregrinaje piadoso dentro de la mas pura ortodoxia, por una parte; peregrinaje iniciador e incluso alquílico, por otra. Mezclados con la multitud de "coquillards", algunos iban a buscar allí algo más que un suplemento de fe y de espiritualidad.
Las pruebas de ello son abundantes, pero no cito más que algunas. Las leyendas del misterioso traslado del cuerpo del apóstol a Galicia, Así como las relativas a su descubrimiento en el siglo Ix, son ya en si mismas textos esotéricos que revelan las preocupaciones de aquellos que las difundieron. El lector interesado podrá fácilmente descifrarlas en las numerosas obras especializadas; descubrirá así la misteriosa travesía de los restos mortales, su colocación sobre una piedra sagrada que se transforma en sarcófago, el roble que indica el lugar en que reposa el cuerpo, la estrella que viene a marcar el emplazamiento donde se encuentra la preciosa reliquia, estrella que, como la de los Magos o el resplandor que se aparece a los pastores de Belén, corresponde a la estrella misteriosa de los alquimistas.
El nombre mismo de Compostela significa el "campo de la estrella", pero también el "compost de la estrella", la materia prima trabajada que es marcada por la aparicion de la estrella de cristalización que indica al adepto que ha obtenido la piedra filosofal.
La peregrinación, por su naturaleza, se parece al itinerario de la obra. Larga marcha en la noche del espíritu, sucesión de esperanzas y desánimos, para desembocar, tras muchas dificultades y obstáculos, en el lugar donde se ha detenido la estrella, allí donde surge la iluminación.
Durante toda la Edad Medía, en la peregrinación a Santiago, participaran con frecuencia alquimistas, y estos la recomendaran con insistencia. ¿Acaso el mas conocido de ellos, Nicolás Flamel, no partió para Compostela para encontrarse allí con un misterioso Abraham el Judío, autor de un manuscrito del que Flamel había tenido conocimiento y que había sido para el, el comienzo de la revelación alquimia? Compostela aparece, pues, como una especie de capital de la iniciación donde, sin duda, debían de enseñar los más grandes maestros.
Los constructores benedictinos de la catedral, por otra parte, dejaron allí una abundancia de símbolos iniciaticos, y se observa, por ejemplo, en el gran Portal de la Gloria a varios personajes portadores del matraz alquímico.
Uno de los más grandes abades de Cluny, Pedro el Venerable, que nos es muy conocido por el Libro de los Milagros que le fue dedicado, residió en Galicia mucho tiempo y en varias ocasiones.
Empleo una parte importante de su vida en realizar una traducción completa del Coran. En una época de guerra y odio religioso, resulta interesante ver al jefe de la principal, orden cristiana trabajar pacientemente en la traducción del libro santo del enemigo. Y ello no discretamente, para su edificación personal, sino a la luz del día, con vistas a difundirla ampliamente en todos los monasterios benedictinos.
La Transfiguración de Jesucristo es uno de los episodios evangélicos considerados por los especialistas como uno de los más claramente esotéricos e iniciaticos. Esta representada en el portal de la catedral de Compostela.
Al regreso de uno de sus viajes a ese lugar, y tras haber estudiado dicho portal, el propio Pedro el Venerable reunió el capitulo de la Orden, que decidió que la Transfiguración seria en adelante celebrada con brillantez en toda la congregación, "visto que, exceptuando la Natividad y la Resurrección del Cristo, no es inferior a ninguna otra solemnidad. Por lo demás, los benedictinos la representaran numerosas veces en los edificios que sigan construyendo, especialmente en un muy hermoso portal de la Chante-sur-Loire.
Ya en el año 951, en la época de los primeros balbuceos de la peregrinación, y en la misma ruta de Compostela, encontramos un hombre que nos interesa particularmente, por cuanto se trata de Godescalc, obispo del Puy Velay, el lugar donde poco después aparecerá y será venerada la que sin duda fue la mas celebre de las Vírgenes Negras. En ese momento, el santuario del Puy es ya considerado por los Papas como el lugar más grande del peregrinaje mariano de todas las Galias. El obispo del Puy es, por tanto, necesariamente un personaje importante, el predecesor de aquellos que, años mas tarde, recibirán con un gran fasto a cinco Papas y a catorce reyes de Francia.
Ahora bien, a mediados del siglo x, la infraestructura benedictina no esta aun establecida en los caminos franceses de Compostela. Andar por ellos es una aventura peligrosa, ya que, además de bandidos y bestias salvajes, hay que tener en cuenta las frecuentes razzias musulmanas y las brutales y rápidas incursiones de los normandos. El Libro de los Milagros de santa Foy de Conques cuenta que, diez años más tarde, en 961, el conde de Rouergue, que había osado emprender la misma aventura, fue encontrado asesinado en el camino...
Si un hombre como Godescalc emprende semejante expedición, podemos suponer razonablemente que había razones importantes para arriesgar Así la vida, es decir, que partía en busca de cosas estimadas por el como de un interés considerable. Ahora bien, lo que las antiguas crónicas han conservado especialmente de este viaje son las paradas efectuadas durante la ruta en los asombrosos monasterios mozárabes, sobre todo en el de San Martín de Albelda.
¿Que hacia en aquel lugar el obispo?
Se intereso por el arte del grabado que allí se practicaba, hasta el punto de aprender por si mismo la técnica y, al parecer, el fue quien la introdujo en Francia, Esto significa que tuvo que residir allí durante mucho tiempo. No se trataba de un simple paso. Concedió una particular atención a los grabados que, en esos monasterios, adornaban los manuscritos del Apocalipsis de san Juan...
Esta preocupación podría muy bien indicar que estudio allí sobre todo los escritos de carácter iniciático que en esos lugares debían de ser abundantes.
Por ultimo, descifro con el mayor cuidado viejos manuscritos dedicados, según nos informan, a la "virginidad de la Virgen María".
¿Simple ocupación piadosa practicada por el prelado de un santuario mariano? Tal vez. ¿Pero no se podría emitir otra hipótesis, sin embargo?
Mucho antes de la Era cristiana, el paraje del Puy, que se llamaba entonces monte Anís, era uno de los mas importantes lugares sagrados del druidismo. Allí se encontraban menhires y dólmenes en abundancia. Uno de ellos, la milagrosa Piedra de las Fiebres., era objeto de una gran veneración, hasta el punto de que fue cristianizada, afirmando los relatos legendarios que la propia Virgen quiso que se le erigiera un santuario sobre esa piedra. El objeto perduro a través de las sucesivas iglesias edificadas y un fragmento de el subsiste aun en la actual catedral.
La Virgen María apareció solo en el siglo XII, y quizás en el xl. No obstante, ya en el siglo X, las bulas pontificias proclamaban que allí tenia lugar una peregrinación mariana. Sin duda había entonces una efigie muy antigua cuyo rostro hemos perdido. Como en tantos otros lugares donde se encuentra una Virgen Negra, tales como Chartres o Clermont-Ferrand, Douvres o Guincamp, debía de tratarse de una Virgo Paritura, una antigua reproducción de la Tierra-Madre venerada alli desde siempre y sin duda cristianizada al mismo tiempo que la Piedra de las Fiebres.
Allí donde la religión céltica había brillado con un resplandor tan excepcional, no era posible que todo se perdiera. Las tradiciones druídicas debieron mantenerse allí más sólidamente que en otros lugares, pese a las invasiones y las prohibiciones. En una época en que únicamente los clérigos tenían una actividad intelectual, no resultaría demasiado sorprendente que algunos obispos del lugar hubieran oído hablar de aquellas viejas tradiciones iniciaticas, sintieran curiosidad por ellas y llegaran incluso a adquirir algún conocimiento al respecto. Como san Bernardo, que mas tarde fue iniciado al saber de los druidas, el, que había nacido en Fontaines, sede de una Virgo Paritura aun venerada, y que fue estudiante en SaintVorles, donde una Virgen Negra había sucedido ya a otra Virgo Paritura.
Los benedictinos, impregnados de conocimientos célticos, parten hacia Compostela con ideas muy precisas, y hacen todo lo necesario para anexionarse los monasterios mozárabes y apropiarse así sus numerosos manuscritos. Godescalc, originario de una de las cunas de la iniciación druídica, afronta mil peligros para ser de los primeros en llegar a la tumba del Apóstol, y además los monasterios mozárabes atraen también su atención. Allí esta, durante mucho tiempo, entregado al estudio de los textos esotéricos...
¿Se esta operando, en los alrededores del año mil, un prodigioso encuentro del que Compostela seria a la vez su pretexto y su signo? ¿Acaso aquellos que habían sido los guardianes de lo que quedaba de la civilización iniciática céltica van a buscar en esa otra civilización iniciática, la oriental, aportada a España, lo que todavía les falta, es decir las ultimas pero decisivas luces sobre preguntas ya muy avanzadas?¿Y Godescalc, con sus investigaciones sobre la "virginidad de la Virgen María", no usaría quizás una forma disimulada para referirse al estudio de documentos consagrados a Isis, la Virgen madre de Horus, pero madre también de todas las iniciaciones orientales? ¿Constituía tal vez para el, el principal objetivo de aquel peligroso viaje descubrir, con conocimiento de causa, los secretos milenarios de la tradición egipcia? Igual que Compostela, el Puy parece haber sido uno de esos lugares privilegiados, no solo de encuentro, sino de fusión sutil de esas dos civilizaciones.
Sabemos que el santuario del Velay fue milagrosamente preservado por los sarracenos, pero, además, ciertos documentos parecen indicar que estos tenían por la montaña, y particularmente por la estatua de Nuestra Señora, una cierta veneración. En resumen, desde el comienzo parece haberse establecido una misteriosa connivencia entre este santuario cristiano y céltico a la vez y las primeras oleadas de Oriente que penetraron en Europa.
Así, por ejemplo, un manuscrito apócrifo, una carta sobre el castillo de Lourdes, cuenta un hecho asombroso (6). Hacia el año 778, Carlomagno asediaba a los sarracenos que resistían en los Pirineos y en España. Mirat, su jefe, se había refugiado en la fortaleza de Miranbelle (actual castillo de Lourdes) y se negaba a rendirse. Se decidió entonces recurrir a los buenos oficios del obispo del Puy, Ronce II, el cual fue designado para ir; Mirat recibió a Rorice y, tras algunas negociaciones, acepto rendirse, Marcho entonces en peregrinación al Puy junto con el obispo, residió allí algún tiempo y, se añade, se convirtió, cambiando su nombre por el de Lorus al ser bautizado, origen etimológico del nombre de Lourdes. ¡Singular peregrinación!
Tan singular como la extraña catedral que será edificada en el Puy y que, como los monasterios mozárabes, esta impregnada de Oriente. En los confines de la Auvernia volcánica, el viajero queda sorprendido por esta especie de gran mezquita cristiana encaramada en las alturas. Una antigua tradición pretende que el edificio fue construido por maestros de obras árabes en colaboración con otros maestros cristianos. En verdad que esta tradición no debe ser tampoco tomada al pie de la letra, pero el hecho de que se perpetúe desde hace tanto tiempo con todo su simbolismo, demuestra nuevamente que, en plena guerra santa, bien en España o durante las Cruzadas, debieron existir contactos privilegiados entre el Puy y Oriente.
Sobre la interpretación de estos hechos, no podemos, evidentemente, emitir más que hipótesis. Es imposible aportar pruebas formales. Así es la Edad Medía. La verdadera documentación que nos ha dejado esta constituida por galimatías alquímicos, extraños mensajes en piedra, cuentos con doble sentido, relatos apócrifos que son falsos en el terreno de la verdad histórica, pero que transmiten realidades ocultas.
Sin embargo, a veces, tantas hipótesis deducidas a partir de documentos y lugares diferentes se juntan, se confirman y se completan de tal manera que se puede llegar a una cierta seguridad, o cuando menos a una convicción.
Todo ese movimiento que acabamos de presentir a partir de los benedictinos, de Compostela, de Godescalc y del Puy, se confirma también por los hechos asombrosos de la vida y la obra de Gerberto, ese otro producto benedictino que llegara a Papa con el nombre de Silvestre II.
Sobre Gerberto, disponemos de muchos más documentos para obtener información. La historia de su vida, aun descontando lo que haya de leyenda, supera la imaginación. Personaje pintoresco y de subido color, Gerberto es uno de los genios mas extraordinarios que la Humanidad- haya producido.
Según unos, pastorcillo de los alrededores de Aunllac, en la alta Auvernia salvaje, y según otros, descendiente de los duques de Aquitania, lo cierto es que Gerberto fue acogido por los monjes benedictinos de la abadía de SaintGeraud dAurillac, los cuales, maravillados por tanta inteligencia, decidieron educarlo y convertirlo en uno de los suyos. La penetración de su mente causo la admiración de sus monjes profesores.
Los benedictinos lo enviaron a España, y es en las grandes universidades árabes de Toledo y de Córdoba donde el joven estudió. Esto demuestra que las relaciones entre los benedictinos y los intelectuales árabes eran excelentes, puesto que nadie hallaba asombroso que un monje benedictino fuera a estudiar a las universidades árabes, en tanto que, al mismo tiempo había una guerra, la de Reconquista, predicada particularmente por los mismos benedictinos en sus sermones oficiales.
Las aventuras árabes de Gerberto son sabrosas. Sobrepaso rápidamente en saber a todos los profesores, salvo uno que poseía unos secretos que el trato de conocer y utilizar por todos los medios, seduciendo incluso a la hija de su venerado maestro.
Aunque esta historia parece mucho mas una alusión a la conquista esotérica por parte del estudiante de los secretos de los secretos, Gerberto parece haber sido expulsado de España en circunstancias rocambolescas. Otra vez en Francia, se hace nombrar obispo de Reims gracias a intrigas, y es destituido en seguida a consecuencia de otras intrigas. Ello no le impedirá convertirse en Papa del año mil, pues reinara durante cuatro años, del 999 al 1003.
Silvestre II fue sin duda el menos ortodoxo y el más anticonformista soberano pontífice que la Iglesia haya conocido. Ahora bien, es elegido por una asamblea de la que los benedictinos son dueños, en una época en que Cluny hace y deshace en la cristiandad El, a quien el pueblo acusaba de algún pacto misterioso con el Maligno, no es elegido ciertamente por su santidad o su vida ejemplar. Si sube al trono de Pedro es porque, precisamente, representaba muy bien las preocupaciones y las búsquedas intelectuales de los iniciados de su tiempo.
En efecto, a partir de su vuelta del mundo árabe, Gerberto despliega una actividad científica revolucionaria sin tasa ni medida. ¡Veámoslo si no! Nos ha dejado, y sus libros pueden ser consultados en nuestras bibliotecas, veinticuatro obras matemáticas atiborradas de descubrimientos importantes, un tratado de geometría, un tratado de pesas y medidas, e incluso un tratado del juego del ajedrez, lo cual no es una casualidad si tenemos en cuenta que ese juego posee una significación esotérica particularmente rica.
Gerberto, esto parece seguro, fue un alquimista, quizás el primer alquimista cristiano. Cuenta una vieja leyenda de Aurillac que, joven aun, había recogido oro en el Jordan colocando en el agua un vellon de oveja al cual se adhirieron unas pepitas...
No se si verdaderamente hubo "buscadores de pepitas de oro" y lo que cabe pensar de semejante procedimiento y de su eficacia. Sin embargo, tomada en su sentido hermético, esta leyenda no podría expresar con más claridad que Gerberto practicaba la alquimia y estaba incluso lo bastante avanzado en el Arte Magna como para obtener el metal precioso.
También enseño astronomía y astrología. Fabricó el primer astrolabio de gran precisión, Así como el primer reloj de pesas y péndulo.
Construyo un curioso órgano hidráulico en el que las diferencias de presión del vapor producían toda la gama posible de sonidos musicales, maquina que probablemente interesaría a nuestros modernos investigadores de música cibernética y electrónica. Fue Gerberto quien introdujo en la Europa Occidental, trayéndolas de las universidades árabes, el algebra y la utilización de las cifras llamadas arábigas, que sustituyeron al sistema de cifras romanas, lo cual tuvo como consecuencia principal, además de una mayor facilidad de cálculo, la posibilidad de utilizar el cero, con todas las Revolucionarias aplicaciones matemáticas ulteriores que de ello se siguió.
Finalmente, en pleno siglo x, fabrico una curiosa maquina que plantea la cuestión de si se trataba ya de un antepasado de nuestros ordenadores. En efecto como señalo Gerard de Sede, el cual se intereso el Papa Silvestre II en su libro sobre los templarios (7), merced a un dispositivo ignorado, dicha maquina respondía con un si o un no a todas las preguntas que se le planteaban, e incluso predecía el futuro. Gerberto no quiso revelar jamás el secreto de su empleo, pero a las preguntas que se le formularon respondía siempre que el funcionamiento del artefacto era muy simple y se basaba enteramente en el cálculo con dos cifras. Ahora bien, esta descripción corresponde en definitiva a la de un ordenador.
A su muerte, Silvestre II, a causa de sus investigaciones y sobre todo de aquellas maquinas consideradas por la mayor parte de las gentes como "brujería", fue maldecido por la población y, durante siglos, tachado de la lista de los Papas que habían reinado. De todo esto, nosotros recordaremos que un iniciado alquimista benedictino francés había asimilado, ya en el siglo x, todos los secretos de la civilización y de la ciencia oriental, y que fue incomprendido por el pueblo de su época, pero apoyado ya por la mayoría de las gentes de la iglesia que entonces contaba en Occidente.
Así se aclaran los caminos seguidos por el pensamiento y las verdaderas investigaciones de los intelectuales de aquella época, detrás de las formulas publicitarias oficiales, de las peregrinaciones y de las guerras santas. En España se produce por primera vez el encuentro entre el mundo séptico y el oriental. Allí es donde los benedictinos y algunos otros logran la síntesis entre esas dos iniciaciones, y es de esa nueva síntesis como nacerá en nosotros, muy rápidamente, e incluso bruscamente, la primera civilización desde la caída del mundo romano.
Será una civilización iniciática muy particular, que transcenderá sus dos fuentes en un modelo original y que conocerá su apogeo en los siglos XII y XIII, en la época en que aparecerán por todas partes nuestras pequeñas Vírgenes Negras.
Pero ya en los siglos x y XI esta civilización se afirma y trastorna a Europa. De España, aquellos hombres han traído una ciencia autentica, los comienzos de la literatura de ficción y de la poesía, el arte del grabado y unos preceptos educativos que lentamente formaran, a la sombra de las abadías, a los jóvenes señores en el ideal caballeresco. También traen principios nuevos de construcción que permitirán la eclosión del arte románico.
Antes del año mil no se produce ningún momento importante. A partir de finales del siglo x, centenares de grandes edificios románicos son construidos en pocos años por los benedictinos en toda Francia y en Europa. Todos los historiadores lo han señalado. Se destruyen sistemáticamente iglesias para construir otras nuevas en su lugar. De Oriente es de donde aprenden el arte de la construcción monumental, las técnicas que han permitido reemplazar las pequeñas capillas de antaño por grandes iglesias altas, amplias, sublimes por la perfecta armonía de sus proporciones, adornadas con motivos escultóricos que rápidamente llegan a la maestría. Ciertamente, los edificios románicos se revelan, por su amplitud, como superiores a los monumentos que nos dejaron los árabes de la misma época. Los benedictinos, nos consta, habían descubierto y conservado algunos secretos de aquellos magos de la piedra que fueron los druidas.
Desde ese punto de vista al menos, tenían una ventaja sobre los árabes. Pero, sin los recursos de estos últimos, sin la prodigiosa ciencia matemática de las proporciones, de las relaciones entre fuerzas y volúmenes, que ellos descubrieron súbitamente en Oriente, toda aquella magia de la piedra céltica no habría podido ser aplicada. El edificio románico como, todavía posteriormente, el gótico, ilustra mejor que cualquier otra cosa el encuentro y la fusión de esas dos iniciaciones, tan alejadas en el tiempo y el espacio, y, sin embargo, tan parecidas.
Es verdaderamente en este momento cuando el mundo cristiano sale de la barbarie, y un hombre nuevo, joven, dinámico y resplandeciente comienza a aparecer. En todas partes, se crean incesantemente nuevos poblados y se roturan más y mas tierras. El historiador Marc Bloch ha demostrado claramente que, hacia mediados del siglo xi, Francia conoció el mayor incremento de superficie cultivable que su suelo había experimentado desde los tiempos prehistóricos; las ciudades se emancipan y expansionan; el comercio se desarrolla y se crean los grandes merca- dos; reina la paz; una sabia dirección económica evita las hambres; la expansión social es continuada y los campesinos no se ven recluidos ya en sus tierras, puesto que ahora pueden viajar y conocer otros países y a otros hombres.
Todo este renacimiento se lo debemos al paciente trabajo curioso, imaginativo y de una rara apertura de la mente de las abadías benedictinas. Los grandes secretos que los benedictinos fueron a arrancar a las viejas religiones célticas y a los sabios y filósofos hermetistas en Oriente no constituyen para ellos un simple placer de la mente, una simple curiosidad intelectual, un simple juego erudito refinado y egocéntrico. En realidad, como cristianos que predican y practican el amor de sus semejantes, se esforzaron siempre, sin revelar a pesar de todo aquellos secretos, en multiplicar sus aplicaciones practicas para proporcionar beneficio a todos los hombres, en una obra constante y permanentemente acrecentada de emancipación y de civilización. Jamás se rendirá suficiente homenaje a la obra de los benedictinos de los primeros siglos. Con una continuidad y una aplicación notables, en la noche mas completa, transmitieron de generación en generación una pequeñísima llama que se convirtió, a finales del primer milenio de nuestra Era, en un formidable resplandor. Durante todos aquellos siglos, ellos fueron, en el sentido mas definitivo de la palabra, la única conciencia del Occidente cristiano.
Sin embargo, no se detuvieron ahí. El mundo hispano-árabe esta muy bien, pero no es bastante. España no es más que una manera de Oriente; en el fondo, es una simple colonia. ¿Que son Toledo y Córdoba comparadas con Damasco, con Alejandría, con Jerusalén sobre todo, la ciudad donde se hallan todos los lugares santos? Allí es a donde hay que llegar, al corazón mismo de aquellos países donde están las grandes bibliotecas, los sabios más ilustres, los secretos de los secretos...
En el año 1078, Hugo de Semur, abad de Cluny, coloca la primera piedra de la catedral de Compostela. En 1905, Odon de Lagerie, prior de Cluny, se convierte en el Papa Urbano II. En el mismo año, predica la primera Cruzada.
Y es entonces en el Puy-en-Velay, al pie de la Virgen Negra, o de la estatua que la precedió inmediatamente, donde Urbano II decide, en principio, lanzar su histórico llamamiento. No obstante, sobre el terreno cambia de opinión. En efecto, la configuración de esos lugares se presta bastante mal a un gran despliegue de multitudes. Por ultimo, se decide por Clermont-Ferrand para efectuar aquella famosa predicción. Clermont, sede de una igualmente celebre Virgen Negra...
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