¿LA CLAVE DEL ENIGMA?
La civilización de los siglos XII y XIII no nació del azar. Es el fruto de un esfuerzo consciente de diferentes hombres que, pacientemente, en el transcurso de los siglos, la condujeron a su apogeo. Una pequeña minoría conocía los secretos que les permitieron sintetizar, organizar y hacer progresar la cultura de aquellos tiempos. Una vez aniquilados esos hombres, o pasados a la clandestinidad, con ellos desaparecen los secretos y durante siglos Francia sobre todo conocerá una espectacular regresión económica, cultural y social. Se reanudan las guerras, los pillajes y las hambres. La situación de los campesinos se torna nuevamente horrible. El movimiento de emancipación de las ciudades se detiene, La producción artística disminuye en proporciones notables, tanto en cantidad como en calidad, Los edificios construidos en los siglos XIV y XV son más pequeños, más pesados y más achaparrados. Se intenta compensar la debilidad de inspiración con una búsqueda escultórica más sofisticada, que es lo que caracteriza el flamígero, obra de copistas que han perdido en su mayor parte los secretos de concepción. Tras el arresto de los templarios, la civilización medieval se hundió verdaderamente. Los iniciados que aun quedan ya no irradian y, cada vez menos numerosos, se encierran en el ocultismo mas opaco.
En los siglos XII y XIII, los iniciados habían hecho grandes esfuerzos para preparar un máximo de hombres, en todas las clases sociales, para recibir la totalidad o parte del gran mensaje. En todas partes educaron y formaron gentes capaces de recibir el conocimiento esotérico. De inspiración evangélica, fue sin duda una de las únicas civilizaciones iniciaticas de carácter "democrático" y "popular". ¿Será tal vez en este deseo de liberación humana y de progreso social donde habrá que buscar la causa de su desaparición y de su hundimiento en resumidas cuentas rápidos?
Felipe el Hermoso, soberano de notable inteligencia. ¿Presintió quizá que todo ese esfuerzo civilizador conducía cada vez más a la discusión fundamental de los poderes de los nobles y de los señores y, finalmente, de su propio poder?
La emancipación de las ciudades, pobladas de artesanos instruidos, organizados y solidarios, se hacia amenazadora para ciertos privilegios. Incluso en los campos, los villanos comenzaban a establecer ciertas comparaciones entre la suerte de los campesinos que trabajaban por cuenta de las órdenes religiosas y aquellos que estaban atados a una tierra señorial...
Semejante explicación, aun cuando comporta una parte de verdad, no es suficiente. El golpe descargado por Felipe el Hermoso sobre los templarios no habría podido triunfar en absoluto cincuenta años antes. La decadencia de los templarios no era quizá completa. Sin embargo, había progresado lo suficiente como para que dicha orden hubiera perdido sus principales virtudes creadoras. Uno queda sorprendido, en efecto, al ver con que facilidad el ataque de Felipe el Hermoso triunfo. Simultáneamente, sus soldados detuvieron a todos los templarios (varios millares) en todo el reino de Francia.
No se produjo resistencia. Verdad es que hubo el efecto sorpresa. Pero no olvidemos que los templarios vivían en territorios correspondientes a encomiendas, en fortalezas militares, que ellos mismos son soldados, que constituyen un gran numero y están armados, y que, en muchos casos, forzosamente tuvieron que hallarse en situación de superioridad numérica respecto a las pequeñas tropas locales enviadas por el rey a arrestarles. En el proceso, la actitud de los templarios, especialmente la de su gran maestre Jacques de Morlay y sus principales oficiales, fue decorosa. No fue, sin embargo, sublime, ni mucho menos.
Los benedictinos tampoco habían encontrado su segundo aliento, y la era cluniacense estaba entonces ya caduca. Los cistercienses, una vez desaparecido san Bernardo, sintiendo cruelmente la muerte de su jefe, no conseguían, por si solos, encontrar suficiente impulso como para soportar la terrible disciplina de la Orden, y esta declinaba con rapidez. De nuevo un rasgo del carácter de san Bernardo. Verdadero dictador inspirado, no se preocupo de preparar lugartenientes capaces de remplazarle y sucederle.
Así ocurre con todas las civilizaciones humanas, aunque sean iniciaticas. Todas son construidas y progresan lentamente, conocen un breve apogeo y luego se consumen y desaparecen, remplazadas por otras.
Esto confirma que las civilizaciones iniciaticas no tienen en realidad nada de "mágico" o de "brujo.
El arresto de los templarios por Felipe el Hermoso fue un golpe fatal que acelero singularmente su desaparición. En mi opinión, sin embargo, aun sin Felipe el Hermoso, esta desaparición se habría producido algo mas tarde de todos modos.
En efecto, en otros países, a pesar de la Vox Ciamantis, los templarios no fueron molestados y continuaron desarrollando su actividad bajo otros nombres y otras formas. La civilización iniciática medieval se mantendrá en Italia, Alemania, España y Portugal mucho mas tiempo que en Francia. No obstante, también en esos países la influencia de los iniciados termino por desaparecer y por ser suplantada en todas partes por la nueva civilización que comienza ahora a reinar en Europa, aquella nacida del Renacimiento.
El Renacimiento es una civilización enteramente diferente, una ruptura en la historia de Europa. No hay nada de común entre los monumentos, el espíritu, la religión (aun cuando se basa en un mismo Dios), y las aspiraciones de los hombres nacidos del Renacimiento y los de la Edad Medía.
El Renacimiento es esencialmente romano y, aunque es griego, nos llega por intermedio de los romanos. La Edad Medía clásica no es romana, sino céltica. Recoge también la tradición griega, pero no a través de la vía romana, sino por la vía oriental, particularmente árabe. Nuestra civilización es la prolongación actual de la civilización del Renacimiento. Esta indudablemente en su cumbre. El American Way of Life ha remplazado a la Pax Romana, y se le parece en muchos puntos como una hermana gemela eficacia de la producción concebida con el único objeto de hacer consumir (panem et circenses y " sociedad de consumo"); individualismo y libertad, pero ausencia de espíritu realmente comunitario; fantásticas riquezas materiales, pero un vacío espiritual muy grande... En el lado opuesto, la civilización medieval bastante pobre materialmente, no concibe el trabajo como instrumento de producción, y entiende que su único valor es el de permitir la expansión persona del que lo realiza y de aquel para quien es realizado. La libertad de pensar y de actuar individualmente es muy limitada. Estamos en la época de las obras maestras anónimas y de los grandes esfuerzos colectivos y comunitarios.
Una extraordinaria riqueza espiritual contrasta con un desinterés por los valores materiales que no son directamente necesarios para la vida del hombre...
Tal como hemos visto, el apogeo de la Edad Medía en los siglos XII y XIII nace del encuentro relativamente armonioso, en el seno de una minoría monástica, de las dos iniciaciones, la céltica y la oriental. Pero lo que constituye su carácter específico es que se produce dentro del crisol de la fe y de la religión cristiana. Esta tercera fuente tiene toda la importancia, y convendrá no subestimaría. Esa civilización se nutre de las tres fuentes a la vez, y de su puesta en obra combinada y simultánea es como nace su originalidad, como se revela mucho más que simplemente neodruídica o neoegípcia.
Nos faltan numerosos eslabones en la cadena de la comprensión. En muchos sentidos, ciertamente, no vemos muy claro como, en lo mas profundo de si mismos, esos hombres incorporaban a los mensajes evangélicos enseñanzas faraónicas, pitagóricas o druídicas... No obstante, nadie puede negar que, en su inmensa mayoría, se trataba de cristianos auténticos. Por otra parte, es bien sabido que precisamente fue en la Edad Medía cuando la fe cristiana alcanzo su apogeo, por su fuerza y su profundidad.
Muchos se imaginan que la etiqueta cristiana era, para todos esos monjes, esos templarios y esos alquimistas, solo una simple cobertura que les aseguraba protección, es decir una mascara cómoda tras la cual ocultaban una concepción del mundo mas o menos agnóstica. Esta impresión, que se basa en el carácter a veces desconcertante y misterioso de las maneras como ellos ponían en práctica su fe, choca, no obstante, con la realidad. No es razonable imaginar que los benedictinos y cistercienses, que durante un milenio fueron un semillero de Papas y de santos, hubieran sido mistificadores de la fe cristiana. Paralelamente a sus búsquedas, hicieron progresar incesantemente los Evangelios primitivamente entre gentes bárbaras y groseras, gracias a sus sermones y a sus ejemplos.
Los propios templarios, sobre los cuales no fue pronunciada ninguna condenación de herejía por Clemente V, siempre, incluso bajo tortura, proclamaron la integridad de sus creencias cristianas.
Cuando fueron encarcelados, en un momento en que no tendría sentido ninguna mixtificación, dejaron, en los muros de sus celdas, elocuentes graffiti. Todos representaban a Jesucristo en la cruz, Así como diferentes testimonios de su fe que no dejan ninguna duda. El ritual de los oficios templarios era, por lo demás, de la más exigente ortodoxia, y ellos tenían la obligación de comulgar regularmente... Recitaban, en el secreto de sus oficios privados, en unos momentos en que nadie podía sorprenderles, todos los grandes artículos del Credo cristiano.
Que gracias a sus investigaciones, poseyeron quizá luces hoy perdidas sobre las Sagradas Escrituras, y sobre la vida y la resurrección de Jesucristo, es posible. Pero tales luces adquiridas en otras fuentes no debían contradecir ni siquiera alterar el sentido profundo del mensaje evangélico.
Con todo, hay una cuestión asombrosa, y es el lugar que, de repente, otorgan esos hombres a la Virgen María en sus devociones. Los libros piadosos nos informan que san Bernardo fue el "gran celador del culto mariano en Europa". Nada más acertado. Todos los monasterios cistercienses, sin excepción, están dedicados a Nuestra Señora. Todas las catedrales góticas de la época son consagradas a Nuestra Señora, y reciben su denominación. Las dos ordenes, cistercienses y templarios, están bajo la advocación de la Virgen, y, por lo demás, en el ritual de los templarios, las plegarias a Nuestra Señora ocupan con mucho el lugar preponderante se ruega mas a la Virgen María que al propio Dios. Siempre es ella "en cuyo honor fue creada nuestra religión", la que aparece a la cabeza, antes que nuestro Señor Jesucristo, en la regla y los estatutos de la Orden del Temple de Jerusalén.
Michelet: "Aquella era la época en que la Virgen invadía casi todos los altares y todos los templos."
Sainte-Beuve: "En el siglo xii, Nuestra Señora se convierte en la gran adoración, en el ideal caballeresco y místico de la Edad Medía" (1).
Que unos hombres de Iglesia hayan dedicado un culto particular a la Virgen María, a primera vista parece muy normal, Pero lo que sorprende, después de un examen mas atento de la cuestión, es que para esos hombres el culto mariano adquiere una importancia absolutamente "desmesurada" con relación a todos los demás cultos cristianos, y, lo cual es aun mas extraordinario, parece superar el culto a Dios y a Cristo mismo... Siempre se ha venerado a la Virgen, pero, antes del siglo XII y después de finales del xiii, ese culto halla su lugar jerárquico, es decir, el segundo, mucho después del culto a Cristo y antes del culto a los santos, Lo que no es normal, lo que no es "ortodoxo", es que todos los grandes monumentos religiosos de la época sean deliberadamente consagrados a Nuestra Señora y que ninguno lo sea a Jesucristo o a algún santo venerado localmente... Lo que es, cuando menos, extraño es que, en los templarios, las plegarias a Nuestra Señora son, en el ritual de la Orden, mucho mas numerosas e importantes que aquellas hechas a Dios mismo, y que, tal como lo demuestran los graffiti de Dome-le-Chateau, por ejemplo, si bien los templarios encarcelados representan en los muros del crucifijo, lo coronan a menudo con una representación de la Virgen "sentada en actitud mayestática", es decir, encima y no al pie como la tradición y la lógica permitirían suponer.
Que semejante "exceso de proporciones" del culto mariano fuera cosa de pequeñas gentes sencillas; próximas a María, mediadora de todas las gracias y de todos los perdones, pase, pero que un teólogo, un místico, un hombre de la inteligencia y la autoridad de san Bernardo fuera uno de sus promotores, eso es menos normal...
Llegamos Así al nudo del problema.
En efecto, vemos que esas gentes no invocaron a la madre de Dios bajo cualquier denominación. En esa época, una denominación, solo una, será utilizada, la de Nuestra Señora, que anteriormente apenas era conocida y de la cual san Bernardo pasa por ser el "inventor".
¿No están estas dos palabras, unánimemente aplicadas al culto mariano en los siglos XII y XIII, cargadas de un sentido muy particular?
Cuando se dice María o la Santa Virgen, se identifica una persona bien definida, la madre de Jesús según los Evangelios. Pero Nuestra Señora es, por el contrario, un término menos restringido, mas vago, más general. ¿Acaso esta denominación no expresa una veneración mucho mas extensa, que engloba a la vez el culto a la Virgen María, el de la Tierra-Madre de los celtas y el de la Señora, la Mujer, sagrada y simbólica, el símbolo fecundo de todas las iniciaciones?
Y Nuestra Señora, ¿acaso no es también nuestra señora, la de nosotros, los iniciados, de los templarios, de los gremios de artesanos, de los alquimistas, de todos nosotros que, en una época, comprendimos su sentido oculto y universal, de nosotros que, al venerarla, hacíamos así un acto de piedad cristiana y, al mismo tiempo, subrayábamos nuestra estrecha connivencia y nuestra profunda comunión?
Cuando, posteriormente, al haber perdido los iniciados el poder, el ocultismo se refugie en el secreto de las "cortes de amor", los poetas occitanos del Trobar duz (2), como así mismo los italianos de esa época, consagraron su obra a una Dama ideal, inaccesible a pesar de sus esfuerzos; pero cuyo homenaje repetido, sin embargo, llevaba a una especie de purificación y transfiguración del artista.
Mucho mas que ejercicios de estilo sobre el tema del amor platónico, la mayor parte de estas obras están llenas de un sentido secreto, de una transmisión de unos iniciados a otros iniciados, de un mensaje para los únicos que podían y debían comprender en una poca en que la multiplicación de las hogueras incitaba a la prudencia y al ocultismo mas riguroso.
La Dama del poeta ("Mi Dama") muy raras veces nombrada (3), perpetua, fuera de las iglesias y las abadías, el mismo personaje, la misma idea religiosa, filosófica y científica contenida en la Nuestra Señora de los benedictinos, los cistercienses y los templarios. San Bernardo es quien conduce, en la Divina Comedía hacia el Conocimiento al Poeta, al Dante, ese mismo Dante que fue el autor de Fiore, una sutil adaptación italiana del Romance de la Rosa, ese largo poema medieval que contiene en si todos los símbolos iniciaticos.
Es en los siglos XII y XIII cuando la mayor parte de las Vírgenes Negras aparecen bruscamente, cuando se organiza su culto, se las rodea de leyendas alegóricas y son objeto de una veneración particular. No solamente son ellas contemporáneas de ese inmenso culto mariano, no solamente son esculpidas al mismo tiempo que se inventa la denominación de "Nuestra Señora", sino que, el lector no se sorprenderá, todas ellas responden a esa denominación sin la menor excepción.
Y dentro de este contexto tan particular, cuando los iniciados cargan el culto de Nuestra Señora con una significación oculta pero universal y le confieren semejante importancia, las Vírgenes Negras, instaladas por los iniciados un poco en todas partes, son quizás en esos momentos las estatuas marianas mas numerosas y ciertamente las mas veneradas, en cuyo honor la mayoría de los lugares sacros mas destacados de la cristiandad reciben el homenaje de innumerables multitudes de peregrinos.
El inquietante enigma de las Vírgenes Negras se aclara entonces.
De la misma manera que las grandes catedrales g& ticas lo son para la arquitectura y los cuentos de la Tabla Redonda para la literatura, las estatuas de nuestras Vírgenes Negras son verdaderamente la firma de la época que las creo y también una de las claves principales para su comprensión.
En ellas se encuentran contenidos, en una síntesis sorprendente, la mayor parte de los grandes símbolos importantes de su tiempo. Este simbolismo fue expresamente querido por sus artesanos y deliberadamente afirmado por los promotores de su culto, unos hombres que de este modo daban testimonio de si mismos a las generaciones futuras. Así como una falta cometida a propósito en un viejo manuscrito o en una lapida sepulcral es un signo que dice claramente al investigador que preste atención porque allí hay un sentido oculto, Así el misterioso color negro, las semejanzas sorprendentes entre todas las efigies, las actitudes curiosas, son otros tantos signos que se dirigen a nosotros en el silencio de las iglesias diciéndonos:
"Nos dirigimos a ti, que ya no nos conoces, nosotros los hombres de la Edad Medía. Esto es una luz en tu noche. Interrógate, reflexiona, busca un poco. La solución es muy sencilla, pues esta en mi, disimulada para ser revelada mejor.
Las Vírgenes Negras son un llamamiento a la comprensión lanzado a través de los siglos por los hombres de la Edad Medía.
"Observa la estatua, Ella te lo dice todo acerca de nosotros.
"Nosotros bebimos en tres fuentes: la cristiana, la druídica y la oriental. Ella te lo dice.
Fuimos iniciados en la gran tradición y, como tales, somos ocultistas. Ella te lo dice también, si sabes mirar.
"Conocimos la magia de ciertas cifras y de ciertas proporciones. Igual que las grandes catedrales, la estatua te informa de ello.
Practicamos la alquimia. Ella no solo lo proclama, sino que incluso describe para ti las principales operaciones de la gran obra. "¿Estamos soñando acaso, hechizados por el encanto misterioso y perturbador de esas majestades aristocráticas y conmovedoras? ¿Estamos, por el contrario, una vez liberados de nuestros prejuicios históricos, muy cerca de la verdad, de la clave del enigma?
En cualquier caso, he aquí las pruebas, cuando menos los indicios y las presunciones que cada cual puede recoger cuando examina esas estatuillas y las compara atentamente.
nnDnn
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